Protegidos
por una garita a su sombra te observaba, el placer de mirarte me rendía. Me agraviaste aquella tarde, enojada quise
huir lejos de ti, pero allí estaba nuevamente, a tu lado. Cuando el placer acaba con el deseo el abrazo
es suave y suavemente quedan los pájaros
en los linderos de las casas, el ciprés mueve al cielo contigo. El aire impregna y el olvido es un cuchillo
de piedra. Tus uñas las veo todavía con
tejidos míos. Me cogiste los hombros con
violencia, me tomaste del mentón y quedaron nuestros rostros respirándose
mugiendo como dos bestias sobre el polvo
recién sembrado por la lluvia. Tus
espléndidas piernas avanzaron entre las mías, frente a frente, de lado, luego, tu duro flanco sentí atrás de mi muslo,
el océano marmóreo fregó su estirpe autoritaria en la clara nalga de una flor. Tus caderas noctámbulas firmes destellos en
la noche bohemia, así toqué tus manos, el vértigo fue un licor que me obligó a
quedarme. Tus brazos pasaron a los largo
de mi cuerpo, tu boca tradujo cada espacio doblado, repetiste términos
incógnitos y mi placer habló otras lenguas.
Penetraste el laberinto de la primera humanidad, qué se yo en qué siglo y te esperé
hasta el final con mis destellos y mis gritos cuando paseabas entrabas y salías
como una gota sobrante en el borde de un vaso rebasado. Me afirmé en la voluta
del lugar donde duermo, tu vello húmedo y joven era un río de placer empapado en mi valva con el líquido amado. Mi prolongado cuerpo, te siento, qué placer
sentirte mío, saberte mío, mi cuerpo.
sábado, 23 de marzo de 2013
viernes, 22 de marzo de 2013
LA TARDE ESPERA
Salgo de la ducha. Me seco.
El perfume exótico aún persiste
en mi piel. Camino melancólicamente mientras
he hojeado tantas veces una vieja revista que encontré en este tradicional hotel, tardas.
Han pasado tres horas y te he esperado con las ideas exacerbadas de
escenas sensuales, te he creado en todos
mis rollos románticos y la ternura de mujer me hace desearte obsesivamente, y no llegas, me llamas por celular diciéndome
que ya llegarás y cuando te llamo el celular está con buzón de voz.
Golpeas, te has bañado,
te miro entrar, tu pantalón oscuro, tu camisa celeste y tu chaqueta de lino
enmarcan tu figura seductoramente, tus brazos fuertes se levantan hacia mí, tus
piernas flectadas en el sillón me acercan me atraen me llevan hacia ti, me siento
en tus piernas me tumbo me acurruco, me
levantas me besas apasionadamente, intento montarme. Tu cuello lo huelo te chupo, te muerdo
suavemente el hombro. Mis dedos se separan y se meten entre botón y
botón, los ojales están muy cerrados, mis dedos sienten el vello de tu ombligo,
tus caderas bullen, mis piernas se separan en tus muslos, me acerco a tu
vientre.
Te reprocho tu retraso,
te hago ver el desagrado durante mi espera, ¿a qué horas sales? ¿ con quién
venías conversando? Te pido el celular para que me muestres las llamadas y me
agarras del pelo, me tocas los pechos, te digo que que mañana tengo mi tesis
que debo partir luego, que las horas pasan
y llegaste tarde, te digo, enfurecida, quisiera golpearte, te muerdo y te beso, mi lengua pasa
por el pecho deslizo mi lengua hasta tu ombligo, te toco los extremos de la
espalda, y te muerdo los labios. Siento duro el cierre de tu pantalón, tomo tus
bolsillos, los tironeo, te tomo suavemente las manos, -¿qué hora es amor? Te corro
el cierre con dificultad, se atasca, me hiero el dedo, te beso. Suena la campana de la catedral a lo lejos, los canarios de una casa vecina trinan
sus últimos minutos de la tarde. Te abrazo y me arrimo fuertemente a ti, me
muevo, penetras tu glande poco a poco, te digo siénteme, qué goces amor, no
llegarás más tarde no es cierto, veo moverse un arbusto afuera, golpea una
puerta en calles aledañas, el sol ya
desciende sobre las calles, nos vamos quedando a oscuras, siento que arremete
tu sexo entero hasta el fondo, mi cuello lo golpeas, lo siento resbalar yo me
muevo y gimes y gimo, acezamos, te aprietan mis paredes y te beso y acabas y
acabas y acabas, y te grito al oído, te
amo.
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