María Luisa corretea cada mañana rumbo a la pega. La oficina
no está tan lejos de su casa, por eso se confía, se baña, se maquilla con
dedicación artística, mientras su café yace en la toilette. Yo siento su
maratón a través de las paredes que nos separan. Me llama al celular y me pide por favor que
acuda a su casa, su niño tiene un malestar y quedó en cama. Mis hijos ya se han ido al colegio, le digo
que luego voy a echarle un vistazo. El motor arremete, retrocede y parte. Así es
diariamente. Recojo las llaves que me había tirado al jardín.
Golpeé, pero no abrió.
El bebé de mi vecina tiene veintiséis años, entro, le digo: ¿qué te
pasó?, me responde: ay tía, mi mamá que es exagerada, me dolía el estómago,
pasé mala noche, eso es todo, me respondió.
Fui a la cocina y le traje una agüita de menta. Estiró su brazo que casi
da vuelta la taza. Observo las mujeres de los afiches que cuelgan de las
paredes de su dormitorio en poses atrevidas y le digo: ah, yo también fui
alguna vez así, me reí burlonamente y el chiquillo insolente me espetó, ¿alguna
vez, tía? Hizo ruborizarme. Es joven aún, y muy atractiva, tía. Me reí, ahora
me daba risa porque me llamaba tía como si fuera todavía un niño del jardín
infantil. Tomó el control y prendió la televisión mientras se tomaba el agua de
yerba. Miré sus libros y me habló de las
cincuenta sombras de Grey. El sol atravesaba la cortina, empezaba a hacer
calor, se quiso levantar al baño, pero se quejó. Me acerqué preguntándole qué
le pasaba, si necesitaba algo, mira que tu madre me dejó a cargo, pero veo que
puedes atenderte solo, así es que ya me voy a ir, le dije. La televisión encendida me confundió. Cogió mi mano. Tía, me dijo, he tenido mucho
que estudiar, estoy cansado. Cogió mis
cabellos, ah, sí le dije, ya déjate, me voy ahora. Intentó levantarse, tomó las sábanas y dejó ver sus piernas gruesas y
bronceadas, color del trigo. Quise partir de inmediato, pero me quedé cuando me
pidió que me sentara. Me senté. Tensa, temblorosa,
contemplé su almohada y su entorno, me
sonreí ante su mirada, miré sus hombros redondeados y musculosos. El vello de su torso, sus caderas firmes, su
pelvis ceñida por un bóxer blanco, engalanado todo por su juventud endiablada. Tomó un cordel que estaba sobre
el velador, la taza yacía allí también,
el celular que en cualquier momento sonaría, el control en su mano abierta y
sus dedos precisos en los contornos, mano grande y dedos de uñas pulcras bien
dibujadas en esas falanges hermosas. Tomó
mi mano, me preguntó sobre mi perfume, respiró profundamente y me acercó a su
pecho. Luego, levantó mi cabeza y mi boca quedó justo en sus labios, y una profunda inspiración al unísono llenó la
habitación. Amarró el cordelito en mis dedos, lo entrelazó entre mis dedos y
sus dedos, y deslizó sus yemas por mi seno, por la plenitud de la piel morena
de mis pechos, sus dedos largos se pasearon por mis pezones turgentes, abiertos
como ramos de jacinto como dice el poeta, y su voz me dijo algo que no entendí. Mis palmas acariciaron esos muslos
maravillosos, subieron por un terreno sinuoso y firme, apretado bajo el tejido
blanco, me atrajo hacia él, lo abracé,
posé mi cuerpo sobre el suyo, mis
caderas sobre las suyas, y parecíamos dos peces reconociéndose bajo el agua.
Me acostó a su lado, mis brazos lo recorrieron desde
su espalda a sus glúteos. Me besó, aplastó mi estómago, abrió mis piernas con
sus piernas, puso sus manos en mis pechos y besó cada aureola, encorvé mi
columna buscando sentir el aguijón en la raíz del deseo, lo rasguñé sin
querer, grité con mi lengua entre sus
labios, y él entraba toda su virilidad entre mis labios cerca de venus, entraba
despacio y salía todo para arremeter con fuerza otra vez, su miembro abriéndome
todo el gusto maravilloso, su placer
grandioso mojando mi vulva, entraba y yo acariciaba el vello de su pubis,
sentía su aroma, se retiraba para
atravesarme otra vez con su fuerza joven atrevida y libre. Gritaron nuestros
cuerpos apretados uno al otro con desesperación, húmedos, saciados, contentos quedamos
juntos, mirando la gran lámpara que giraba con sus animalitos de colores sobre
los dos.