sábado, 23 de marzo de 2013

HABLÓ OTRAS LENGUAS




Protegidos por una garita a su sombra te observaba, el placer de mirarte me rendía.   Me agraviaste aquella tarde, enojada quise huir lejos de ti, pero allí estaba nuevamente, a tu lado.  Cuando el placer acaba con el deseo el abrazo es suave y suavemente quedan  los pájaros en los linderos de las casas, el ciprés mueve al cielo contigo.  El aire impregna y el olvido es un cuchillo de piedra.  Tus uñas las veo todavía con tejidos míos.  Me cogiste los hombros con violencia, me tomaste del mentón y quedaron nuestros rostros respirándose mugiendo como dos bestias  sobre el polvo recién sembrado por la lluvia.  Tus espléndidas piernas avanzaron entre las mías, frente a frente,  de lado,  luego, tu duro flanco sentí atrás de mi muslo, el océano marmóreo fregó su estirpe autoritaria en la clara nalga de una flor.  Tus caderas noctámbulas firmes destellos en la noche bohemia, así toqué tus manos, el vértigo fue un licor que me obligó a quedarme.  Tus brazos pasaron a los largo de mi cuerpo, tu boca tradujo cada espacio doblado, repetiste términos incógnitos y mi placer habló otras lenguas.   Penetraste el laberinto de la primera  humanidad, qué se yo en qué siglo y te esperé hasta el final con mis destellos y mis gritos cuando paseabas entrabas y salías como una gota sobrante en el borde de un vaso rebasado. Me afirmé en la voluta del lugar donde duermo,   tu vello húmedo y joven  era un río de placer empapado en mi valva  con el líquido amado.  Mi prolongado cuerpo, te siento, qué placer sentirte mío,  saberte mío, mi cuerpo.  

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