lunes, 9 de diciembre de 2013

AMARRÓ EL CORDELITO A MIS DEDOS



María Luisa corretea cada mañana rumbo a la pega. La oficina no está tan lejos de su casa, por eso se confía, se baña, se maquilla con dedicación artística, mientras su café yace en la toilette. Yo siento su maratón a través de las paredes que nos separan.  Me llama al celular y me pide por favor que acuda a su casa, su niño tiene un malestar y quedó en cama.  Mis hijos ya se han ido al colegio, le digo que luego voy a echarle un vistazo. El motor arremete, retrocede y parte. Así es diariamente. Recojo las llaves que me había tirado al jardín. 
Golpeé, pero no abrió.  El bebé de mi vecina tiene veintiséis años, entro, le digo: ¿qué te pasó?, me responde: ay tía, mi mamá que es exagerada, me dolía el estómago, pasé mala noche, eso es todo, me respondió.  Fui a la cocina y le traje una agüita de menta. Estiró su brazo que casi da vuelta la taza. Observo las mujeres de los afiches que cuelgan de las paredes de su dormitorio en poses atrevidas y le digo: ah, yo también fui alguna vez así, me reí burlonamente y el chiquillo insolente me espetó, ¿alguna vez, tía? Hizo ruborizarme. Es joven aún, y muy atractiva, tía. Me reí, ahora me daba risa porque me llamaba tía como si fuera todavía un niño del jardín infantil. Tomó el control y prendió la televisión mientras se tomaba el agua de yerba.  Miré sus libros y me habló de las cincuenta sombras de Grey. El sol atravesaba la cortina, empezaba a hacer calor, se quiso levantar al baño, pero se quejó. Me acerqué preguntándole qué le pasaba, si necesitaba algo, mira que tu madre me dejó a cargo, pero veo que puedes atenderte solo, así es que ya me voy a ir, le dije.  La televisión encendida me confundió.  Cogió mi mano. Tía, me dijo, he tenido mucho que estudiar, estoy cansado. Cogió  mis cabellos, ah, sí le dije, ya déjate, me voy ahora. Intentó levantarse, tomó  las sábanas y dejó ver sus piernas gruesas y bronceadas, color del trigo. Quise partir de inmediato, pero me quedé cuando me pidió que me sentara. Me senté. Tensa,  temblorosa,  contemplé su almohada y su entorno, me sonreí ante su mirada, miré sus hombros redondeados y musculosos.  El vello de su torso, sus caderas firmes, su pelvis ceñida por un bóxer blanco, engalanado todo por su juventud  endiablada. Tomó un cordel que estaba sobre el velador,  la taza yacía allí también, el celular que en cualquier momento sonaría, el control en su mano abierta y sus dedos precisos en los contornos, mano grande y dedos de uñas pulcras bien dibujadas en esas falanges hermosas.  Tomó mi mano, me preguntó sobre mi perfume, respiró profundamente y me acercó a su pecho. Luego, levantó mi cabeza y mi boca quedó justo en sus labios, y  una profunda inspiración al unísono llenó la habitación. Amarró el cordelito en mis dedos, lo entrelazó entre mis dedos y sus dedos, y deslizó sus yemas por mi seno, por la plenitud de la piel morena de mis pechos, sus dedos largos se pasearon por mis pezones turgentes, abiertos como ramos de jacinto como dice el poeta, y su voz me dijo algo que no entendí.  Mis palmas acariciaron esos muslos maravillosos, subieron por un terreno sinuoso y firme, apretado bajo el tejido blanco, me atrajo hacia él, lo abracé,  posé mi cuerpo sobre el suyo,  mis caderas sobre las suyas, y parecíamos dos peces reconociéndose bajo el agua.

Me acostó a su lado, mis brazos lo recorrieron desde su espalda a sus glúteos. Me besó, aplastó mi estómago, abrió mis piernas con sus piernas, puso sus manos en mis pechos y besó cada aureola, encorvé mi columna buscando sentir el aguijón en la raíz del deseo, lo rasguñé sin querer,  grité con mi lengua entre sus labios, y él entraba toda su virilidad entre mis labios cerca de venus, entraba despacio y salía todo para arremeter con fuerza otra vez, su miembro abriéndome todo el gusto maravilloso,  su placer grandioso mojando mi vulva, entraba y yo acariciaba el vello de su pubis, sentía su aroma, se  retiraba para atravesarme otra vez con su fuerza joven atrevida y libre. Gritaron nuestros cuerpos apretados uno al otro con desesperación, húmedos, saciados, contentos quedamos juntos, mirando la gran lámpara que giraba con sus animalitos de colores sobre los dos.

No hay comentarios: